Hace relativamente poco, un par de semanas estaba yo en un paso de peatones madrileño, de esos bisex, cuando me vino a la cabeza escribir sobre este tema de hoy: el vapeo, como circunstancia a peor por no haber controlado el tabaquismo de nuestra población española, aunque, en su día, fuera tan cacareado y políticamente vendido como gran acción del gobierno.

No sé lo que tarda en ponerse verde para los peatones un semáforo, e incluso pienso que variará en función de las circunstancias de tráfico en cada zona, pero creo que nunca será menos de… ¿30 segundos?

Bien, en ese intervalo de tiempo, desde el borde de mi orilla como peatón, se me fueron los ojos hacia el interior de un vehículo que también estaba esperando para hacer un giro determinado. Y lo primero que se me vino a la cabeza fue… ¡el dragón de San Jordi!

Quizás influenciado por mi admiración y cariño hacia Barcelona y a la obra de Gaudí (por cierto, ha habido una magnífica exposición sobre su obra en el Ayuntamiento de Madrid, recientemente), fue el resultado de ver a su conductor vapeando.

En esos 30 segundos dio algo así como veinte caladas de su pipa (o como se llame en inglés, que será el término que se utilice realmente), y cada vez llenaba el coche de humo, al expulsarlo por sus orificios nasales al mismo tiempo, y sus ojos estaban enrojecidos. No, no, ni arrojaba fuego ni tenía de copiloto a San Jordi (suerte para él, en caso contrario quizás no hubiera alcanzado el grado de santidad).

Y es que estoy prácticamente seguro de que ese humo es muy perjudicial, aunque algunos ingenuamente crean que no y, desde luego, no es sano.

Los cigarrillos electrónicos contienen miles de las mismas sustancias químicas tóxicas que el tabaco habitual. La mayoría de ellos contienen nicotina o sales de nicotina, algunos contienen acetato de vitamina E, y muchos producen un vapor que contiene gran cantidad de sustancias químicas nocivas, incluyendo: diacetilo, formaldehído, acroleína, benceno y otras sustancias tóxicas, carcinógenos y metales pesados.

Eso sí, los cigarrillos electrónicos emiten un aroma más dulce y agradable, seductor, pero que solo están enmascarando sustancias químicas nocivas.

Una de estas, en particular, que está llamando la atención es el acetato de vitamina E, un agente espesante que, con frecuencia, se utiliza en los productos de THC (constituyente psicoactivo del cannabis) para vapear y que puede causar graves lesiones pulmonares y muertes.

Por nada del mundo me hubiera subido en el coche de mi protagonista de esta historia, ese dragón urbano con corbata…Incluso dudo que no fuera agresivo, dadas las condiciones atmosféricas en las que estaba sumergido en su interior.

Mi primera y simple reflexión es:

Sé que este consumo está creciendo y el del tabaco no disminuye, al menos sensiblemente. ¿Es que hemos pasado de solo fumar a ahora fumar y vapear? Hemos aumentado el consumo global de enemigos del aparato respiratorio o del cardiovascular, aparte de seguir perdiendo horas de trabajo y enguarrar las puertas de los edificios, con los ceniceros cargados de colillas.

Y es que los cigarrillos electrónicos o cualquier forma de vapeo no hacen en absoluto que sea más fácil dejar de fumar, como se vendía por los expertos cuando hace años se produjo el feroz ataque al tabaquismo como una cruzada global.

Puedes haber notado que las marcas de cigarrillos electrónicos comercializan sus productos como herramientas para dejar de fumar, pero estas declaraciones no son reconocidas por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA). Como tales, los cigarrillos electrónicos no están aprobados como auxiliares para la cesación del tabaquismo, a pesar del tiempo transcurrido desde su aparición en los mercados.

Para colmo, hay investigaciones actuales que están demostrando que, en realidad, los cigarrillos electrónicos podrían estar promoviendo la adicción al vapeo, animándote a reemplazar un vicio con el otro o a usar ambos productos, como ya he apuntado anteriormente

Dichas investigaciones recientes encontraron que los cigarrillos electrónicos con nicotina eran más efectivos que las terapias de reemplazo de nicotina y el apoyo conductual para ayudar a los fumadores de tabaco a dejar de fumar, por lo que muchos fumadores que emplearon el vapeo como auxiliar para la cesación del tabaquismo, acabaron usando los dos.

Mi segunda reflexión es para aquellos que piensan que es mucho más sano vapear que fumar.

«Tanto la nicotina como las otras toxinas no nicotínicas que se encuentran en los cigarrillos de tabaco y los cigarrillos electrónicos son dañinas para el sistema cardiovascular»

Hace más de una década, vapear obtuvo una popularidad enorme como una alternativa más “saludable” a los productos de tabaco regulares, pero la investigación actual está despejando esta nube (nunca mejor dicho), de ignorancia.

Está totalmente probado ya que el tabaquismo contribuye a los problemas cardíacos y pulmonares. La investigación reciente ha establecido que los cigarrillos electrónicos también lo hacen.

Lo nuevo es que un amplio estudio de observación encontró que, comparados con personas que no fumaban, los usuarios de cigarrillos electrónicos tenían un 34% de mayores probabilidades de sufrir un ataque cardíaco (en inglés), un 25% de mayores probabilidades de desarrollar arteriopatía coronaria, y un 55% de mayores probabilidades de padecer de depresión o ansiedad.

Tanto la nicotina como las otras toxinas no nicotínicas que se encuentran en los cigarrillos de tabaco y los cigarrillos electrónicos son dañinas para el sistema cardiovascular. La nicotina aumenta la frecuencia cardíaca y la presión arterial. También puede restringir a los vasos sanguíneos que transportan la sangre a los órganos de todo el cuerpo, conduciendo a un aumento en el riesgo de infartos, embolias y ritmos cardíacos anormales que, en ocasiones, pueden ser letales como la fibrilación articular y la ventricular.

Además, las toxinas no nicotínicas contenidas en el vapor de los cigarrillos electrónicos pueden dañar al endotelio, una membrana delgada que recubre todos los vasos sanguíneos. Cuando esto ocurre, puede aumentar el riesgo de desarrollar arterioesclerosis o el endurecimiento de las arterias, y de sufrir un ataque cardíaco.

Y cuando se trata de los pulmones, se ha demostrado también recientemente que el uso de los cigarrillos electrónicos, así como el de fumar cigarrillos de tabaco, aumenta el riesgo de asma y de enfermedad pulmonar obstructiva crónica.

Mi tercera y última reflexión es muy triste y dedicada a esa parte de la población compuesta por los adultos jóvenes donde aumenta el consumo de vapeo.

Un número creciente de adolescentes y adultos jóvenes, quienes nunca habían fumado, han comenzado a vapear a un ritmo muy alto, aunque no está claro por qué los cigarrillos electrónicos se han vuelto tan populares entre ellos. Es un alto motivo de preocupación debido a los riesgos a largo plazo asociados con los cigarrillos electrónicos que ya he comentado y su potencial para funcionar como una puerta de acceso a los cigarrillos de tabaco.

Y esta puerta abierta está permitiendo que, a estas alturas del siglo XXI, todavía cerca del 25% de la población en España afirme fumar a diario y la cifra de personas mayores de quince años que confiesa fumar a diario asciende en España a alrededor de 8,6 millones de personas, mientras que la de no fumadoras asciende hasta casi 20 millones de personas.

El enorme esfuerzo económico y social realizado en nuestro territorio nacional desde el año 2006 a erradicar este enorme consumo de tabaco, solo ha servido para reducir su consumo en un 6% y, lo que es peor, entre las personas más mayores, sin reducir el de los jóvenes, cantera permanente de riesgo.

Y en el resto del mundo esta epidemia de tabaco resulta aún peor pues en un intervalo parecido de tiempo (alrededor de 20 años) estamos en cifras de record con más de 1.200 millones de fumadores activos, lo que muestra un nuevo récord frente a los iniciales de 1.000 millones (Lancet, 2021) y una muestra clara de fracaso de nuestro mundo occidental.

Luchemos contra el vapeo pues aparece más como un estímulo al consumo de tabaco que a su reducción.