Se está repitiendo continuamente, desde hace ya bastantes meses y distintas instituciones, incluido el Ministerio de Sanidad, que se va a producir una hecatombe en el número de médicos ejerciendo en nuestro país, y hasta se establecen unas fechas señaladas en rojo: los años 2026, 2027 y 2028, que serán los más gravemente deficitarios.

En mi columna de hoy trato de reflexionar un poco sobre este tema, muy real, e intentar arrojar un poco de luz con números y posibilidades de mejora, para que no suceda, pues sería terrible.

Y lo centro en médicos, pero podíamos hacerlo, y lo haremos en el futuro, en otras profesiones sanitarias donde el problema es similar, aunque no las teóricas soluciones.
Y no consuela nada, evidentemente, pero el problema no es solo de España, también se produce en otros muchos países occidentales.

Tanto es así que la OMS (Organización Mundial de la Salud) se ha encargado de diseñar una estrategia global para el año 2030 presentando un ambicioso programa titulado “The Global Health Workforce Alliance”. En él declaran que “no hay salud sin recursos humanos para la salud”, y de ahí el hecho urgente de plantearse cómo mejorar su gestión.

Porque, evidentemente, es un problema de gestión pública muy importante en el que no deben incluirse como responsables solo a las autoridades políticas, sino también a las sociedades científicas, a los colegios profesionales o a las universidades, sobre todo.

España cuenta con algo más de 220 mil médicos en activo, de los cuales, 60 mil ocupan el sector privado. A la sanidad pública le faltaban unos 4 mil médicos especialistas, según el último estudio del año 2019 realizado por el Ministerio de Sanidad.

Aparte de faltar médicos, también sucede que suelen estar mal repartidos

Según la OMC (Organización Médica Colegial) y el propio Ministerio de Sanidad, en algunos de sus estudios, se afirma que las especialidades médicas que presentan mayor déficit de profesionales, con una tasa de reposición muy inferior a uno, son Medicina de Familia, Pediatría, Cirugía General, Anestesiología, Otorrinolaringología, Medicina Preventiva y Cirugía Ortopédica.

A esta cifra de falta de especialistas, continuadamente creciente en negativo, habría que aumentar las necesidades de Atención Primaria (principal eje a reforzar en los próximos tiempos como se ha demostrado durante la pandemia del COVID). Esta estimación sería de unos 3 mil médicos más.

Total, necesitaríamos, para esos nefastos años aventurados entre el año 2026 y el año 2028, unos 7 mil médicos más para seguir presumiendo de prestar esa buena atención pública de calidad que nos mantenga entre las sanidades de mayor prestigio del mundo.

Bien, entonces, sabedores del problema, ¿cómo lo afrontamos?

El Ministerio de Sanidad lo tiene identificado y cuantificado. Los políticos, forzados por la desgracia de la pandemia, están asumiendo que no solo hay que aumentar el presupuesto de armamento, sino que es vital hacerlo con el de Sanidad y acercarnos a esa cifra mágica que suponga alrededor de un 7% del PIB, ya alcanzada hace varios años por muchas naciones de nuestro entorno (de nuevo llegamos tarde).

Pero no basta con eso. Hace falta mucho más esfuerzo, porque a estos profesionales nuevos, nuevas generaciones, por supuesto vocacionales, también les gusta el ocio y la conciliación familiar y necesitan ser económicamente y con justicia recompensados.

Se requiere un enfoque mucho más exhaustivo que el simple hecho de exponer el problema, olvidando incluso la valoración económica en un principio, pero poniendo especial esmero en incluir innovaciones en la atención sanitaria y mejorar la distribución entre las diversas especialidades, por ejemplo. Este ejercicio equivaldría a poner en práctica lo que antes se llamaba en términos financieros, “hacer un presupuesto en base cero”.

Porque, además, está claro que la situación podría ir a peor debido al masivo número de jubilaciones que se esperan, sobre todo en Atención Primaria, y a los crecientes problemas de acceso (númerus clausus y limitaciones para cursar el MIR).

Pero ¿cuáles son los factores que más influyen en la constante demanda de médicos especialistas?

El porcentaje de natalidad o mortalidad contribuye a modificar los datos; el panorama económico también incide enormemente; el estado de las infraestructuras; los parámetros organizativos y de coordinación. No depende de un único factor, sino de un cómputo en el que todos deben ser tenidos en cuenta.

Además, aparte de faltar médicos, también sucede que suelen estar mal repartidos. En España, por ejemplo, hay una gran variación entre comunidades autónomas, y existen dificultades para cubrir puestos de trabajo en zonas rurales, lo que requiere pensar en líneas de acción para poder abastecer estas plazas de difícil cobertura (quizás debido a la falta de atractivo de ciertas plazas alejadas de los centros urbanos), y paliar la precariedad de muchas ofertas laborales.

Y centrarnos además en evitar que se marchen a trabajar fuera de nuestras fronteras.

Si la generación del baby boom, constituida por los nacidos entre los años 1958 y 1975 tenía claro que donde uno empezaba a trabajar sería posiblemente donde se jubilaría con orgullo, los millennials que tomaron el relevo (principios de los años 80 a mediados de los 90 del anterior siglo), no temen a la movilidad, especialmente si esta conlleva una mejora en sus condiciones laborales.

En el año 2020, el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM) expidió un total de 3,5 mil de certificados de idoneidad a médicos para salir al extranjero. Y, aunque el año pasado la COVID frenó un poco la tendencia, con un 13,2 % menos de solicitudes, es innegable el movimiento de médicos españoles al extranjero. Como señalan los datos de la CGCOM, en la última década, más de 19 mil médicos españoles han solicitado el documento para poder salir a trabajar al extranjero.

¿Por qué tantos médicos españoles se buscan un futuro fuera de su país? En España la medicina se ha convertido en una profesión muy precaria que da poca estabilidad y hay países europeos, cercanos en cultura, que ofrecen contratos mucho más atractivos y sueldos bastante superiores a los que se ofrecen aquí. Y necesitan médicos.

Si hasta el brexit, el Reino Unido era el principal país elegido, ahora lo es Francia, pues las condiciones entre ambos países son incomparables. Por ejemplo, un residente de cuarto año cobra en el país vecino el doble que en el nuestro.

Después, Alemania es uno de los países con mayor necesidad de profesionales sanitarios y con más vacantes disponibles para aquellos médicos que en España no quieren ejercer la profesión en las condiciones actuales y no olvidemos la fortaleza de que los médicos españoles están muy bien valorados, dada su buena formación teórica.

Portugal es otro país hacia donde nuestros médicos proyectan un mejor futuro. Aunque tiene menor poder adquisitivo que España, los profesionales sanitarios suelen conseguir mejores ofertas apoyados por una pujante corriente trasfronteriza con desplazamientos desde nuestro territorio de ida y vuelta.

Otro de los motivos del éxodo de facultativos españoles son los contratos estables que ofrecen algunos países como los ya citados Alemania y Francia o Suecia. Según el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), en el año 2020 en España había 2.000 médicos en paro. El problema en España es que el sistema no se adapta a las necesidades de la población porque, como estamos viendo, sí se necesitan médicos.

Es decir, sí hay una demanda, pero el propio sistema se ataca a sí mismo, provocando que médicos se queden sin trabajo y se prive de atención a los pacientes, con la existencia de contratos basura de sustitución por vacaciones o de una baja y un continuo encadenamiento de contratos.

Está claro que ante el reforzamiento necesario que la pandemia ha puesto de manifiesto, es vital e imprescindible, incrementar el número de médicos de Atención Primaria y que, aunque cada CCAA tenga sus propias necesidades de especialistas, con bastante diversidad de criterios entre ellas, hay que aprovechar de forma coordinada ese incremento que, por fin, parece se va a acometer en el porcentaje de gasto sanitario en relación con el PIB que se va a dedicar para mejorar esas condiciones salariales y evitar así la gran huída de profesionales mencionada anteriormente.

Otras necesarias sugerencias que se me ocurren también son las de tratar de relajar el numerus clausus y ampliar la oferta del MIR, actuar sobre el escaso atractivo de algunas plazas, en relación con su localización o temporalidad, y buscar alternativas que permitan ofertar contratos de mayor estabilidad para los profesionales recién formados.

Y, por supuesto, reformular los criterios de homologación de títulos de profesionales que vengan aquí a trabajar desde otros países no de la Unión Europea, sobre todo de América Latina, siendo especialistas reconocidos que, hasta ahora, se encuentran con barreras y una inflexibilidad impropia de su evidente formación (aunque no tengan el MIR), en muchos casos.

La conclusión, en cuatro líneas, es que me parece una contradicción que Medicina sea una carrera a la que solo se accede superando un muy alto coeficiente medio de estudios generales previos de Bachillerato, cuando existe y va a existir tan gran déficit de ejercientes.