“Hubo un tiempo en que casi todas las familias británicas rurales que tenían abejas seguían una tradición extraña. Cada vez que había una muerte en la familia, alguien tenía que salir a las colmenas y contarles a las abejas la terrible pérdida que le había ocurrido a la familia. El no hacerlo a menudo resultó en una pérdida adicional, como que las abejas abandonen la colmena, o que no produzcan suficiente miel o incluso mueran. Tradicionalmente, las abejas se mantenían informadas no solo de las muertes, sino de todos los asuntos familiares importantes, incluidos los nacimientos, los matrimonios y las largas ausencias debido a los viajes. Si no se les decía a las abejas, se pensaba que ocurrían todo tipo de calamidades. Esta costumbre peculiar se conoce como ‘Contarle a las abejas’. La práctica de contarle a las abejas puede tener sus orígenes en la mitología celta que sostenía que las abejas eran el vínculo entre nuestro mundo y el mundo espiritual”2.

Quizás sea por haberme criado en un entorno cultural celta, como es Asturias; quizás por sus montañas y paisajes siempre inspiradores; quizás porque he sido apicultor y conecto profundamente con este mundo, pero lo cierto es que alcanzo a establecer una elevada vinculación entre lo que hacemos en nuestro ecosistema, y cómo hacemos gestión sanitaria, gestión de salud.

La vinculación entre la supervivencia de las abejas y la del ser humano no es más que un ejemplo empírico de la interdependencia incluso para una elemental seguridad alimentaria. Pero lo cierto es que el evidente avance del cambio climático o la evolución del cumplimiento de todos y cada uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 son determinantes en la planificación sanitaria de los próximos años. Podemos compartir o no, el espíritu de dicha agenda 2030, pero lo que es incuestionable es que los cambios en el entorno en el cual desarrollamos la gestión determinan la misma.

‘Conectemos con los ecosistemas que condicionan enormemente nuestra salud’

Los sistemas sanitarios se han adaptado a duras penas a la patología crónica mayoritaria en nuestro entorno, manteniéndose en un esquema de prestación sanitaria a pacientes agudos. Volvemos a incidir en la agilidad en la adaptación a los cambios por parte de los sistemas sanitarios, como una necesidad imperiosa. Adaptación que solamente se puede afrontar desde instituciones u organizaciones ágiles y con un tamaño adaptado a esa necesidad de ser operativa. Lo cierto es que poco a poco, ese vínculo entre “nuestro mundo” y el mundo de la gestión sanitaria se tendrán que aproximar. Aunque solamente sea por someterse a la horma que supone la cruda realidad.

Los expertos nos están recordando constantemente que no existe la salud sin el entorno. No podemos seguir gestionando instituciones, dispositivos o entornos sanitarios, de espaldas al concepto de Planetary Health (Salud Planetaria). La dimensión holística de la prestación sanitaria debe ser retomada, rescatada y desempolvada de los baúles de los fundamentos éticos de las profesiones sanitarias. El manido propósito, como sustento del quehacer diario de las personas vinculadas a las empresas y organizaciones; en el caso de aquellos que debemos tener en nuestro foco, preservar y mejorar la salud de la población; ha de ser éticamente sostenible y, por ende, centrado en el humanismo. El manido propósito, como sustento del quehacer diario de las organizaciones, en el caso de aquellos que debemos tener en nuestro foco preservar y mejorar la salud de la población, ha de ser éticamente sostenible y por ende centrado en el humanismo. Un humanismo que partiendo de la persona; incorpora la visión de todos los colectivos humanos del planeta, el componente del ecosistema (medioambiente, animales, plantas) y por último los condicionantes sociales, políticos y económicos, para la toma de decisiones en todas las dimensiones de la gestión sanitaria.

Cuenta a las abejas que me fui, el título de este artículo pretende hacernos volver la mirada a nuestro entorno natural para garantizar la salud de las personas. Conectemos con el reino animal, con el reino vegetal y con el reino mineral; conectemos con los ecosistemas que condicionan enormemente nuestra salud. Y que esa conexión nos lleve a preservar la casa común en la que vivimos. Compartir con las abejas la información nos hacía tener en cuenta las necesidades de unos animales vitales para nuestra salud y nuestro desarrollo como especie. Reflexionar sobre las consecuencias de nuestros actos es mandatorio. No estoy hablando de una moda verde, de un “salir bien en la foto”, estoy hablando de actuar con responsabilidad directa sobre la salud de nuestros ciudadanos. De nada sirve trabajar intensamente en el interior de nuestros hospitales, por ejemplo, si a la vez deterioramos desmesuradamente el aire que respiran aquellos a los que tratamos de mejorar su salud. No quisiera que nos quedásemos en la moda o lo políticamente correcto, ojalá lleguemos al real convencimiento de que hay cosas que no son una elección, son inherentes a nuestra condición de gestor sanitario. En caso contrario, seremos unos malos gestores de instituciones, pero jamás gestores en el ámbito de la salud.

Hace unos días, paseando en la Reserva de la Biosfera de Muniellos3 contemplé un cortín4 perfectamente restaurado con sus coloridas colmenas. Llevado en volandas por el sonido del río, los cencerros de las vacas y la brisa acariciando los incipientes brotes de los carballos, me acerqué a contarle a las abejas que me fui.

Bibliografía

Título del libro de la saga de Outlander de la autora Diana Gabaldon. Título original: Go Tell the Bees That I Am Gone

Artículo de Kaushik Patowary

www.muniellos.es

Cercado de piedra de forma circular donde se colocan las colmenas para que no entren los osos.