El COVID-19 ha puesto de manifiesto las debilidades del sistema de salud y cuestiona seriamente su sostenibilidad. Tanto los datos de lista de espera quirúrgica como los del barómetro sanitario muestran dos debilidades importantes, el aumento de pacientes pendientes de intervención y el descenso de la satisfacción de los ciudadanos con el sistema. El crecimiento de la lista de espera es un fenómeno que ya existía antes de la pandemia y la pérdida de satisfacción se ha objetivado en el último barómetro sanitario. El sistema de salud tiene que cambiar de estrategia y proponerse hacer las cosas de otra manera para que continúe siendo nuestro bien más preciado.

El Sistema Nacional de Salud ya tenía grandes dificultades antes de la pandemia. El crecimiento del gasto público entre los años 2003 y 2018 fue del 66%. Este aumento del gasto se acompañó de un incremento de la lista de espera quirúrgica del 53% que en 2019 alcanzó el 62% sobre los datos de 2003. Es interesante observar que entre 2003 y 2009 el gasto creció un 65% y que durante estos mismos años la lista de espera del Sistema Nacional de Salud disminuyó un 15% para posteriormente remontar de nuevo hasta ese 62% sobre 2003 coincidiendo con los años de reducción presupuestaria. Estos datos apuntan a que la lista de espera solo disminuye cuando el gasto crece, lo que podría significar que el Sistema Nacional de Salud no tiene la eficacia suficiente para atender la demanda, excepto cuando aumenta el gasto. Otra lectura posible es que no ha mejorado su eficiencia, al menos lo suficiente para atender la demanda sin aumentar el gasto. Dicho de otra manera, se puede afirmar que el sistema de salud no tiene capacidad para absorber la demanda, salvo que se incremente el gasto de manera notable.

Por otra parte, la comparación entre el barómetro sanitario de 2019 y el de marzo de 2022 muestra que la opinión de los españoles sobre su sistema de salud ha cambiado. En el 2019 un 23% de los encuestados pensaban que “en general el sistema sanitario funciona bastante bien”.

En 2022 el dato es el 16,2%. Los encuestados también muestran que en 2019 un 87,2% consideraban que la atención recibida en una consulta de atención primaria era buena o muy buena. En 2022 dieron las mismas respuestas el 80,4%. Sin duda los datos del estudio de 2022 muestran que los encuestados continúan otorgando una puntuación muy elevada al sistema de salud y a su red de Atención Primaria, pero también sin duda esa valoración ha empeorado con respecto a la del 2019.

Para mejorar nuestro sistema de salud es imprescindible que se conceda prioridad al paciente, al ciudadano y al contribuyente

La información de la lista de espera, la del crecimiento del gasto y la de satisfacción muestran un empeoramiento de los principales indicadores del sistema de salud. Mientras tanto, no se tienen noticias de que se esté analizando qué reformas son necesarias y mucho menos se hayan comenzado las acciones necesarias para mejorar esta situación. Todo esto ocurre cuando la economía muestra otra vez signos de deterioro, que con toda seguridad producirán nuevas tensiones en los presupuestos del sistema de salud.

Para mejorar nuestro sistema de salud es imprescindible que se conceda prioridad al paciente, al ciudadano y al contribuyente. Esto quiere decir que el sistema de salud se debe planificar y gestionar poniendo a los tres en primer lugar, siempre antes que los intereses particulares, corporativos o de partido. Se trata de anteponer los intereses de los pacientes a los de los propios servicios; de respetar a los profesionales, que son quienes saben qué hay que hacer y cómo; de gestionar el sistema de salud como un servicio público y no como una administración pública del siglo XIX; y también de preocuparse de la formación de los administradores sanitarios del siglo XXI.

Esta reforma precisa innovación, investigación y digitalización. Innovación para no repetir los mismos remedios de siempre esperando obtener resultados distintos. Investigación que sitúe a nuestro país entre los que proporciona nuevas tecnologías sanitarias y no entre los países que solo son capaces de aplicarlas, como ocurre hasta ahora y se ha puesto en evidencia con motivo de la pandemia. Digitalización para mejorar la calidad, la eficiencia y la efectividad, y también la gestión del conocimiento, que además resulta del mayor interés para a la investigación y la innovación.

No estamos en tiempos de imponer criterios ideológicos sobre los de eficacia, calidad, eficiencia y efectividad; ni tampoco sobre una importante aportación del sistema de salud a la recuperación económica. Es necesario centrarse en los pacientes y en los contribuyentes, y también es necesario respetar a los profesionales. En resumen, es imprescindible la reforma del sistema de salud.