“Antes que te des cuenta, la población de abuelos será mayor que la de nietos, las clases medias de Asia y el África subsahariana superarán a las de Occidente, la economía global estará impulsada por consumidores que no serán occidentales, habrá más robots que trabajadores, más monedas que países, más ordenadores que cerebros humanos. Estas tendencias ya están en marcha. Pero en una década convergerán y entonces todo cambiará”. (2030: How today´s Biggest Trends Will Collide and Reshape the Future of Everything. Mauro F. Guillen)

Según la OMS, en su Informe Mundial sobre Envejecimiento y Salud, entre los años 2000 y 2050, la población de los habitantes del planeta mayores de 60 años se duplicará, pasando del 11 al 22 por ciento, es decir, llegará a alcanzar, en valores absolutos, los 2.000 millones de personas. De hecho, en la próxima década la generación más numerosa del planeta será la de personas mayores de 60 años, que por cierto suelen ser las personas más ricas. En Estados Unidos este colectivo posee el 80 por ciento de la riqueza de su país.

El pasado mes de octubre conocíamos la iniciativa del fiscal jefe de Salamanca que planteaba que los conductores mayores de 70 años dispusieran de un distintivo especial con la letra “M” (de mayor) en la parte trasera del coche, para advertir al resto de conductores sobre quién maneja el vehículo, de igual modo que los noveles deben llevar obligatoriamente la letra “L”.

Es cierto que, a medida que pasa el tiempo, se pierden reflejos, agilidad y se produce una disminución sensible de visión y oído, que aún nos permiten seguir conduciendo tras pasar los exámenes correspondientes que así lo acreditan.

Como casi siempre la generalización es peligrosa. Tener más de 60 o 70 años no debería ser una cualidad temporal que estigmatice a las personas, ya que hay otros muchos colectivos que, con menos edad y sin tener disminuciones básicas para conducir, lo hacen de manera imprudente o inconsciente, poniendo en riesgo al resto de conductores. Posiblemente a estos colectivos, también deberían examinarles y ponerles una “T” de Tontos, porque teniendo grandes ventajas y condiciones se comportan como tales, incluso propondría que esa “T” de tonto, se le cuelgue en la solapa para poder identificarles cuando van por las calles o en transporte público, y más en estos momentos de pandemia cuando pasean sin mascarilla o se juntan en fiestas clandestinas, para celebrar que son distintos.

He leído también que el líder del ultraconservador partido Ley y Justicia dominante en Polonia desde el año 2015, ha propuesto como medida para salvar la vida de los mayores, que estos dispusieran de dos horas para salir a la calle de 10 a 12 de la mañana y que el resto del día permanecieran en sus casas.

No dudo de la buena voluntad del gobierno polaco en proteger a los mayores, guardándoles en sus casas, y despejar el tráfico urbano en calles, comercios, parques o zonas de recreo en beneficio de otros colectivos que posiblemente también conviene cuidar mucho, pero esto es dar ideas de segmentación de población por cuestión de edad y si funciona bien, por qué no seguir con estos horarios una vez que la pandemia haya pasado. También les pondría otra “T” de tontos si se les ocurre mantener esta medida.

Pero aumenta mi preocupación cuando leo las declaraciones de la jefe de Epidemiología clínica del Centro Médico de la Universidad de Leiden (Países Bajos,) Frits Rosendaal, cuando habla de que el colapso en los hospitales de España e Italia se debe a la “posición cultural” que ocupan los ancianos en nuestras sociedades, a los que se trata de salvar la vida a cualquier precio. Mientras que en los hospitales flamencos y holandeses se les selecciona con lupa, están dando directivas y guías a sus sanitarios para que se piensen dos veces trasladar a un centro médico a los ancianos contagiados por coronavirus para “prevenir su sufrimiento” y no saturar los hospitales… Posiblemente por eso España se está convirtiendo en el retiro dorado de sus mayores, huyendo del triaje (1) de sus países. Otros que merecen la “T” de tontos.

En España se aplica el triaje como clasificación o priorización de pacientes que llegan a centros médicos generalmente públicos, porque los privados tienen unas clasificaciones distintas. Y aquí volvemos a dar en la diana con las personas mayores de 60 años, que a medida que cumplen años, ven incrementadas sus cuotas médicas en entidades de salud privadas de forma mayúscula, es decir, si usted no quiere tener que someterse al triaje, pague.

En España, 10,3 millones de personas están cubiertos por un seguro de salud privado. De ellos, según la patronal del seguro, 8,4 millones lo contratan como complemento a la sanidad pública y 1,8 millones son asegurados de mutualidades de funcionaros de la Administración Central del Estado. Pagar más por la salud y tener menos rentas por prestaciones de jubilación, hacen que la renta disponible por persona mayor de 60 años se reduzca de manera significativa, así que, entre renunciar a comer y a la sanidad privada, deciden volver a someterse al triaje de la sanidad pública, dedicando otros recursos económicos a mejorar su calidad de vida.

Las empresas y administraciones públicas que no sean sensibles a las necesidades de los llamados “M” de mayores, deberían de identificarse con la “T” de tontos, pero muy tontos, porque no tienen en cuenta el rédito económico y político que pueden dar 2.000 millones de personas, que poseen el mayor mercado singular del planeta, que tienen recursos, que se adaptan a las tecnologías, no solamente en desplazamientos, sino en compras online, en la robotización de las viviendas, en las ayudas y tratamientos que además de producir mas longevidad y salud, hacen de que este colectivo deba ser tenido en cuenta y tratado más como inversión que como un mero gasto amortizable.