“La distopia es una sociedad ficticia en sí misma”

Hemos tenido hace unos días una información sobre el estudio realizado por varias universidades, sobre las consecuencias que tiene en los jóvenes estar un tiempo sin su teléfono celular.

Este estudio realizado en una muestra de 97 voluntarios entre 15 y 24 años, cuyo principal objetivo es valorar la credibilidad de las noticias que fluyen por las redes sociales y nos ha dado algunos datos realmente sorprendentes:

  • El tiempo medio de consumo es de cinco horas, de las cuales cuatro se dedican exclusivamente a redes sociales (Whatssap, Instagram y TikTok).
  • No tener el teléfono móvil cerca les generó incomodidad, ansiedad, inseguridad y dependencia.
  • Cuando recuperaban el teléfono volvían a los mismos niveles de uso que antes de habérseles retirado.

Pero estas primeras conclusiones son simplemente la punta del iceberg del programa y del estudio cuyo principal objetivo es la información que reciben a través de los medios, dispositivos, canales y redes.

Según relatan los jóvenes, las noticias le llegan al teléfono móvil y no tienen que buscarlas ni seleccionarlas, con lo cual comprar, leer o escuchar noticias tiene tan poco sentido, que cuando se accede a ellas ya han sucedido y por eso reciben de manera inmediata la información en sus dispositivos.

Pero estos hechos no solamente corresponden a los jóvenes que se han sometido al estudio.

Un estudio realizado sobre la población mundial, indica que más de dos tercios (67,1 %) utiliza un teléfono móvil (5.310 millones), y en el mundo hay 4.620 millones de usuarios de redes sociales de las cuales  un 46 % son mujeres y un 54 % hombres, que pasan al día una media de dos horas y 27 minutos, siendo Facebook, Youtube y WhatsApp las plataformas más utilizadas.

En estos momentos las redes sociales están gestionadas por algoritmos completamente partidistas, en función de la información que deseen tanto los emisores como los receptores o usuarios, teniendo en cuenta el tratamiento con IA de los millones de datos que se acumulan, se venden y se tratan pasando por la veracidad de la información a las fake news de la misma información en cuestión de segundos, pero con el resultado esperado de influir en los usuarios de las redes sociales.

Muchos ejemplos tenemos cercanos, como el asalto al congreso de USA, Cambridge Analytics, el COVID-19 y sin ir más lejos, las informaciones contrarias sobre los mismos hechos en la actual guerra de Rusia y Ucrania.

«La distopía es una sociedad ficticia en sí misma»

Cada vez más se crean cuentas falsas que provocan reacciones virales en redes sociales, donde se intenta en algunos casos simular una gran masa social detrás de una consigna (astroturfing), con el objetivo de movilizar a favor o en contra de una información como un fenómeno genuino de protesta (grassroots) y que han sido tratadas por algún algoritmo ad hoc.

De hecho, según la consultora Gartner en el año 2022 se consumiremos más bulos que información verdadera.

Un estudio del M.I.T. sobre la iniciativa de la economía digital, analizó 126.000 hilos de Twitter y determinó que la verdad tarda aproximadamente seis veces más que la mentira en alcanzar a 1.500 personas.

Algunos algoritmos

Google utiliza el algoritmo Pagerank, que selecciona los enlaces en el buscador en función de la palabra o frase que se ponga. Pero esto es solamente el maquillaje.

También operan bajo este algoritmos, otros que se encargan de filtrar, país, procedencia, gustos, idiomas, ideología, anuncios y noticias que le interesan al usuario.

Facebook utiliza el algoritmo denominado Edgerank que te selecciona aquellas informaciones que consideran que pueden o que pretendan ser de tu interés, y no las ultimas.

Netfilx, Spotify, YouTube. TikTok o Instagram, también tienen sus propios algoritmos de recomendación o de interés, hacia sus usuarios, con el objetivo de ¿maximizar el consumo ?, ¿manipulación?,¿desinformación?, ¿reacciones a favor o en contra de algo o de alguien?

No podemos pensar que solamente los jóvenes están manipulados a través de la información y de las redes sociales.

La mayor parte de los colectivos también lo estamos. De hecho, solemos relacionarnos con las personas de nuestro entorno más cercano y más próximo a nuestras ideas, costumbres, formas de pensar y educación.

También nos informamos con determinadas redes sociales, medios de comunicación y hacemos seguimiento de aquella información que nos va apareciendo por “arte de magia” en la pantalla del móvil o del ordenador, o que tenemos registrado en el dial de la radio del coche o de casa y que “Alexa” se encarga de recordarnos y que además de darnos lo que consumimos, también nos alerta sobre otros pensamientos o colectivos y nos ratifica sobre que venimos pensando.

Otra de las circunstancias que viven los jóvenes y nosotros también es la rapidez de la información.

Ellos dicen “quiero enterarme rápido para opinar rápido” y alrededor de estos “opinadores express” que algunas personas llaman “influencers”, va girando la sociedad en la que nos movemos.

Ya no hace falta investigar en el tiempo, experimentar, comprobar y concluir para formar juicios u opiniones, porque mientras espera, investiga, experimenta y comprueba, el hecho ya ha pasado por delante sin darnos la opción de emitir un juicio o una opinión e igual que para los jóvenes del estudio, llega tarde.

La distopía actual en el siglo XXI tiene mucha relación con el contexto socio-político que estamos viviendo en estos momentos en el mundo y la información es el vehículo más importante que la produce.

Cada vez más lideres políticos, sociales y hasta los domésticos, utilizan expertos en la utilización de estos fenómenos tecnológicos para que los colectivos de influencia, es decir los ciudadanos, tomemos partido, o razón por lo que nos cuentan, sin tener la oportunidad de contrastar lo que nos dicen.

La escasez de liderazgo socio político, nos está llevando a un enfrentamiento entre los seres humanos que llamamos crisis, y que está compuesta de muchas crisis en distintos medios, sectores, países y sociedades, siendo las más polarizadas las distopías políticas, las tecnológicas o científicas, las de sostenibilidad, las de género o raza y siempre sobrevivirán las distopías sobre las civilizaciones de otros planetas y de otros mundos.

Las distopías a menudo están caracterizadas por la deshumanización, por los gobiernos tiránicos o por los desastres ambientales que siempre tienden hacia las grandes crisis de la humanidad.

Si repasamos las obras de George Orwell, Aldoux Huxley o Ray Bradbury del siglo pasado, encontraremos elementos de ficción que hoy son realidad en temas sociales, sostenibilidad y medio ambiente, política, economía, religión, psicología, ética, ciencia o tecnología.

Por estas razones la mayor parte de las distopías, describen sociedades que son consecuencia de las tendencias sociales actuales y que llevan a situaciones totalmente indeseables.

Por estas razones si deseamos tener un mundo sostenible, avanzado, con esperanza de sobrevivir en el tiempo, debemos ser muy cautos con la información que recibimos a través de las redes sociales y esperar que estos jóvenes del estudio, cuando lleguen a ser Lideres políticos, empresariales, sociales o domésticos, hayan sido capaces de cambiar la distopía del mundo por una utopía real que, aunque no nos traiga la felicidad plena, nos la haga bastante asequible.