La crítica se ha instalado en nuestra sociedad como una pandemia sin vacuna.

Criticamos todo, la situación económica, al presidente, a los ministros, a la oposición, a la Sanidad, a los que no llevan mascarilla, al vecino, a los jóvenes porque no hacen caso, a los mayores porque están demasiado sensibles, a otros países, a tertulianos y otros sujetos televisivos, al portero, al cuñado, a los grupos sexistas y homófobos, a los colectivos incluyentes o excluyentes, da lo mismo, a los que critican, también les criticamos, vamos que no se salva nadie excepto Rafael Nadal,…hasta este momento.

Como escribía Baltasar Gracias en El arte de la Prudencia: “Tontos son todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen”.

Pues en esto de las críticas, pasa exactamente lo mismo.

En los gobiernos deberían tener un Ministerio de Criticas y Consejos igual que en las empresas, un Departamento con el mismo nombre y con su director y estructura orgánica, que se dediquen a criticar a los que dan consejos y a aconsejar a los que critican y así todos contentos.

¿Pero es mala la crítica? Pues no, si está hecha con fundamento contrastable, constructiva y de la misma forma que aprendí hace años a diferenciar entre Bronca y Reprimenda. También se puede diferenciar entre Crítica Constructiva y “con mala leche” o Destructiva y he aquí algunas pequeñas o grandes diferencias:

Cuando hablamos de Critica Destructiva, el que lo hace piensa solamente en él, en quedarse a gusto, en sobresalir sobre los demás y si puede ganarles por goleada mejor. La crítica está basada en opiniones y el resultado le importa un comino, si no es el que se lo vaya a comer. También se espera resultado a corto plazo porque da más satisfacción, al que la hace, por supuesto.

Si por el contrario tratamos de realizar una Crítica Constructiva, el objetivo es la otra u otras personas, sin pedir nada a cambio y estará basada en hechos, no en opiniones como el caso opuesto. En este caso como el sujeto es la otra persona, los resultados son a largo plazo, no espera satisfacción el que lo hace sino en el que la recibe.

Escuchar programas de radio o de televisión, nos lleva a que en aquellos donde se plantean debates o interacciones entre los asistentes, casi el 80 % de los contenidos están basados u orientados en las criticas.
De hecho, existen algunos espacios que han cambiado el formato, de un programa de críticas a que las criticas dan forma a un programa.

En los gobiernos deberían tener un Ministerio de Criticas y Consejos igual que en las empresas, un Departamento con el mismo nombre

Da lo mismo el nivel intelectual de los interlocutores o de los participantes, lo importante es la audiencia, no los contenidos ni el objeto, sino los resultados y si intervienen lideres políticos o sociales (como han aparecido últimamente en algún caso concreto), mayor audiencia y credibilidad a las críticas sobre las que opinan, obviamente, sin fundamento.

De hecho, a medida que la crítica se mantiene permanente, en la personalidad de estos individuos, esta se convierte en un vicio y su ausencia temporal les produce tanta resaca y no les queda más remedio que continuar con ella, pese a quien pese. Es como su oxígeno para seguir viviendo.

Parafraseando a Gracián. Tontos son los que hacen criticas sin buscar soluciones y la otra mitad porque critican a los primeros y hacen exactamente lo mismo.

Seguro, querido lector que se le viene a la cabeza alguna situación cercana, cotidiana, de personas o grupos políticos (perdón) grupos de ciudadanos que se dedican a la política y que ya tienen el vicio en su sangre como el ADN, que, aunque salgan de esa vida pública seguro que encuentran reducto en alguno de esos programas de radio o televisión.

Por favor, no haga usted que sus críticas se conviertan en un vicio.