“Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. La vida, en realidad, es una calle de sentido único”
Agatha Christie

Puedo imaginarme dentro de unos cuantos años como una auténtica abuela cebolleta contando a los más pequeños lo ocurrido en nuestros hospitales con el paso de un tsunami llamado coronavirus, transformándolo en un cuento que no ocasione pesadillas a los niños, donde la tragedia se vea dulcificada, los protagonistas sean los héroes derrotando a villanos, un final feliz que describa con detalle los maravillosos tesoros encontrados tras mil dificultades: un buen saco repleto de fantásticas esencias, de descubrimientos que sirvieron para cambiar el mundo y, por supuesto, con su moraleja incluida en forma de lecciones aprendidas y valores fundamentales.

Puedo imaginar el inicio de ese cuento visualizando una bruja buena rodeada de alambiques, empeñada en encontrar la fórmula mágica que le permita destilar un preciado aceite, ese que dotará a quien lo tome de unas cualidades maravillosas para derrotar al malvado bicho y que sirva para crear un nuevo mundo mucho mejor que el preexistente. Vislumbro a esa buena bruja repitiendo una y otra vez como un mantra aquello de destilar la esencia, obtener el bálsamo de fierabrás, utilizarlo para sanarnos, para fortalecer y transformar lo que ya tenemos ¡ahí esta la clave!

Y con ese “eureka” abandonemos la burbuja de fantasía, el mundo de los cuentos dulcificados, los alambiques y las esencias anacrónicas para aterrizar en nuestra realidad y traducir al lenguaje operativo y actual eso que pretendemos que entiendan las generaciones futuras: cuáles pudieran ser esas esencias, esas gotas preciosas, las claves, las formas de hacer y de utilizar las herramientas disponibles que debieran quedarse para siempre entre nosotros para, después de esta crisis, transformar y mejorar la realidad de las organizaciones sanitarias, de los profesionales que la conforman y de la población a la que atienden.

Destilar es hacer rezumar una sustancia gota a gota, es filtrar, hacer pasar algo por un tamiz. Destilar es calentar un cuerpo hasta evaporar su sustancia volátil que, enfriada después, recupera su estado líquido. De este modo se obtienen los aceites esenciales.

La ebullición a la que han sido sometidos los sistemas sanitarios con las crisis del coronavirus ha provocado que, durante interminables semanas, se haya volatilizado todo lo accesorio para concentrarnos en las esencias. ¿Y cuáles podrían ser esas esencias? ¿Qué preciadas gotas obtenemos al otro lado del alambique? ¿Qué se ha volatilizado y qué se ha convertido en esencial en esta crisis?

Se ha volatilizado el obligar ir al hospital o a cualquier centro sanitario a la población para todo aquello que no ha resultado esencial, grave o urgente. Hemos podido cuidar de muchísimos de nuestros pacientes desde la distancia. La telemedicina ha recibido un impulso definitivo, confiemos en que su llegada, en mayor medida durante esta crisis, sirva para quedarse y en que tenga una aplicación más generalizada en beneficio de los pacientes.

Se ha volatilizado el miedo y la resistencia al uso de las tecnologías de la información y la comunicación, también se esfumaron muchas barreras respecto a la seguridad de los datos en favor de la seguridad de las personas y de la agilidad en la toma de decisiones.

Se han volatilizado los prejuicios a la hora de compartir conocimiento en red. En pocas semanas, se han realizado miles de videoconferencias compartiendo hallazgos, saberes, buenas prácticas, buscando frenéticamente el mejor modo de manejar la enfermedad.

Respecto a digitalización en los centros sanitarios, sin duda, habrá un antes y un después del coronavirus.

Se ha volatilizado el concepto tradicional del trabajo presencial. El teletrabajo, hasta hace unas semanas, era una valiosísima herramienta infrautilizada. Y sí, también ha demostrado ser aplicable a profesiones tan presenciales y de contacto tan humano como las sanitarias. ¿Cuántas video-consultas hemos podido realizar? ¿Cuántos acompañamientos a pacientes en sus domicilios? ¿Qué sentido ha tenido en estos días el registro horario, paradigma de un modelo de relaciones laborales decimonónicas?

La ebullición a la que han sido sometidos los sistemas sanitarios con la crisis del coronavirus ha provocado que, durante interminables semanas, se haya volatilizado todo lo accesorio para concentrarnos en las esencias

Se ha convertido en esencial el trabajo colaborativo, en equipo y las habilidades interpersonales. Ha sido fundamental la comprensión, la resistencia, no rendirse en las circunstancias más difíciles y la resiliencia. Nos dicen los expertos que, con contadas excepciones, los profesionales de mayor éxito son aquellos que comparten la virtud del optimismo. Pensar en positivo, visualizar las metas a alcanzar y ser proactivo sin duda nos acerca a mejores resultados. La proactividad y el manejo adecuado de la incertidumbre, siempre complejo y de difícil gestión, ha sido primordiales a la hora de enfrentarse a situaciones críticas como las vividas.

Por último, se ha convertido en esencial, sin lugar a duda, la necesidad de contar con liderazgos efectivos en las organizaciones sanitarias. Han emergido líderes naturales para conducir los equipos en los peores momentos. Liderazgos basados en el compromiso, la solidaridad, la capacidad de reacción, las habilidades comunicativas, el esfuerzo y la serenidad mental.

Nos queda una enseñanza fundamental de todo esto: nada volverá a ser como antes. En nuestra mano está quedarnos rememorando aquellos viejos buenos tiempos del alambique o beber del vaso de las mejores esencias, reaccionando, aceptando y aprovechando los aprendizajes y las oportunidades que el cambio nos ofrece.