El saber y el valor contribuyen conjuntamente a la grandeza. Hacen al hombre inmortal porque ellos lo son. Tanto es uno cuanto sabe, y el sabio todo lo que puede.

«Un hombre sin conocimientos es un mundo a oscuras. Es necesario tener ojos y manos, es decir, juicio y fortaleza, Sin valor es estéril la sabiduría” (Baltasar Gracián. El arte de la Prudencia).

Mi tío Pedro va a cumplir dentro de unos días 96 años. Vive en una residencia con mi tía Paquita y es él el que le ayuda, controla las pastillas, la ropa, la comida, atiende el teléfono el móvil y el fijo, hace las videoconferencias, contesta los correos electrónicos y los mensajes por whatssap.

Ha dejado de dar clases, de asistir a conferencias y a inauguraciones de exposiciones de pintura desde hace unos meses, que tuvo que ingresar en la residencia por una dolencia de su mujer.

Durante estos últimos meses, se ha recuperado de una rotura de cadera, del descontrol del “sintrom”, de sus hemorragias y del coronavirus que también habían contraído ambos, y ahora esperan cada día que sean las 8 de la tarde para salir a aplaudir al balcón de su habitación.

Mi tío Pedro no es un héroe, es un superviviente.

Durante estos meses en la sociedad que se ha enfrentado a este duro problema de la COVID-19, hemos elevado el título de profesionales de la salud a de “Héroes de la Salud”, sin que ellos hayan participado de este ascenso.

Han continuado sus trabajos como la hacían hasta se momento, pero con algunas diferencias, como la escasez de instalaciones, de EPIS, de medios y de mano de obra para poder dignamente ejercer su profesión.

Los héroes se distinguen por ser personas que realizan hazañas extraordinarias, y que especialmente requieren mucho valor y entonces, ¿qué hacían hasta ahora?, ¿no salvaban vidas?, ¿no atendían a los enfermos?, ¿no intervenían quirúrgicamente ante situaciones graves o extraordinarias?, ¿tenían todos los medios y recursos necesarios para realizar su trabajo?, ¿no ponían en riesgo sus vidas para salvar otras?, ¿no eran héroes los que lucharon contra el VIH o el ébola?

Hemos leído mensajes desgarradores sobre profesionales de la salud, que han visto enfermar o morir a sus seres más queridos o a pacientes que en soledad los miraban a los ojos, o apretando sus manos, pidiéndoles su salvación o su curación, pero por favor que no les dejaran solos, o a compañeros que han cedido sus camas para otros pacientes porque eran conscientes de su fatal futuro inmediato.

Hemos visto a profesionales de la salud luchando sin medios, sin recursos y solamente con voluntad, esfuerzo y profesionalidad durante varios meses y eso les ha dejado tocados, es decir, han pasado des ser de héroes a ser “supervivientes”. Esas personas que tienen que seguir existiendo después de la muerte de alguien, de la desaparición de algo o de un suceso; pero ya no será lo mismo ni de la misma manera.

Según algunos medios de comunicación entre los que destaca el European Health Journal, exponen que muchos profesionales de la salud han tenido que recibir tratamiento psicológico y farmacológico para poder sobrellevar esta situación en sus centros de trabajo o en sus domicilios, porque no lo han podido resistir. Pero lo más complicado viene ahora, van a tener que sobrevivir con lo que han pasado, sentido y decidido y necesitaran continuar con esos tratamientos.

Ninguno de estos profesionales lo ha hecho conscientemente para vivir o morir luchando contra la pandemia, lo han hecho para demostrar sus conocimientos y profesionalidad, arriesgando sus vidas como lo hacían hasta ahora y no deberían sentirse ni cobardes, ni villanos, que es un sentimiento muy extendido entre los profesionales que han estado en primera línea de batalla.

Durante estos meses en la sociedad que se ha enfrentado a este duro problema de la COVID-19, hemos elevado el título de profesionales de la salud a de “Héroes de la Salud”, sin que ellos hayan participado de este ascenso

Supervivientes profesionales del mundo de la salud, que nunca van a olvidar lo que han pasado, lo que han tenido que soportar y que echarán de menos a esos familiares, compañeros o amigos que les han dejado.

Ya no va a ser lo mismo. La sociedad no debería de dejar la frivolidad en manos de los políticos que se escudan en datos, votos y discusiones personales para tapar la realidad de los verdaderos supervivientes de esta pandemia, que son todas aquellas personas visibles con batas blancas o invisibles con uniformes de distintos colores, que cuando nos asustamos les llamamos héroes, pero lo que realmente hacen es sobrevivir a una situación que ellos mismos no esperaban y que jamás van a poder olvidar.

Este es el momento que ellos necesitan el reconocimiento diario de los ciudadanos, y lo que antes era plenamente normal lo elevemos a extraordinario, y que todos como mi tío Pedro, podamos seguir agradeciendo en este caso especifico al personal sanitario, ayudándoles a sobrevivir con mas respeto, dignidad, ayuda y reconocimiento que el que hasta ahora les hemos demostrado, mas allá de los aplausos de las 8 de la tarde.